Semana Santa 2012 en la Parroquia de San Emilio

  • Ahora que estamos en plena pascua, voy a intentar contaros cómo ha transcurrido la semana más importante del año para los cristianos en nuestra parroquia: La Semana Santa.
    Empezamos calentando el ambiente con las charlas cuaresmales, que este año han tenido lugar los domingos por la tarde para facilitar la asistencia a todos aquellos que los días de diario , entre unas cosas y otras, no hubieran podido asistir. Ahí hemos tenido la oportunidad de echar el freno y hacer una parada; de bajarnos un momento del ritmo de nuestro día a día y de acallar el ruido que nos rodea para reflexionar tranquilamente sobre aspectos alrededor de nuestra vida y nuestra fe en esta época tan importante. No solemos encontrar tiempo para pensar acerca de nuestra posición ante temas como el pecado, el sacrificio, el amor de Dios, la familia, etc. Estas jornadas han girado alrededor de estos temas para prepararnos a vivir intensamente lo que vendrá después.
    El siguiente acto fue un Vía Crucis el día 23 de marzo que tuvo dos características que lo hicieron muy especial: La primera fue que se realizó por la calle, de noches e iluminado por antorchas . La segunda fue que tuvo como protagonistas muy especiales a los niños de la parroquia. La respuesta de los padres fue muy positiva y asistieron muchos niños que participaron activamente portando las antorchas y llevando sobre sus propios hombros a Nuestro Señor, haciendo relevos entre estación y estación. Fue realmente bonito y especial comprobar cómo los niños pasaban de la algarabía y el alboroto de ir abriendo la comitiva con las antorchas al silencio y el respeto cuando dejaban las antorchas para portar el Cristo. Sus caras eran dignas de ver. Eran perfectamente conscientes de que estaban haciendo algo muy importante, y así lo vivieron. Sin duda fue una experiencia única que muchos seguirán recordando dentro de unos años.
    Sólo una semana después llegó el domingo de Ramos, puerta de entrada de la Semana Santa. La celebración de este día resulta curiosa, ya que puede decirse que es un día alegre y triste al mismo tiempo. Por un lado, en la Santa Misa recordamos la pasión de Nuestro Señor, y por otro lado tras la misa se celebra la bendición de los ramos y la procesión por las calles del barrio acompañando a Jesús en su entrada triunfal. Como ya ocurrió en aquella época, son los niños una vez más los que protagonizaron la escena encabezando la procesión ataviados como los niños de entonces.
    Y llegamos así al primero de los tres días centrales: El Jueves Santo. En los oficios recordamos la última cena y la institución de la Eucaristía. La ceremonio fue larga y solemne, llevada a cabo por la tarde, y en ella se realizó el lavatorio de pies en el que Don Pablo lavó los piés a 12 varones con la misma modestia y sencillez con la que Cristo lo hizo con sus Apóstoles, recordándonos una vez más el mensaje de entrega y humildad de Jesús. Una vez terminados los oficios, se trasladó el Santísimo Sacramento al monumento preparado esa misma mañana. El monumento este año era muy sencillo, sin ornamentos que ocultaran la belleza del sagrario recién restaurado. Todo él estaba rodeado de flores blancas.
    Una vez realizado el traslado, se dejó la iglesia abierta durante toda la noche para que todos pudiéramos acompañar al Señor en sus horas de vela y angustia durante su oración en el huerto horas antes de ser entregado. La tradición nos invita a realizar siete visitas en siete monumentos que simbolizan el ir y venir de Jesús en esa noche, en lo que se conoce como "ir d e Herodes a Piltos".
    Y así nos plantamos en el Viernes Santo, día en el que recordamos la muerte de Jesús. Una vez más la ceremonia es solemne, y en esta ocasión muy sobria. No hay ornamentos, no hay flores, no hay celebración de la Eucaristía. Se proclamó la palabra con el relato completo de la pasión de Nuestro Señor realizada por varias personas tras la cual se llevó a cabo la adoración de la Santa Cruz. Por último, se colocó un mantel sobre el altar y tras rezar el padrenuestro s e distribuyó la comunión con las formas consagradas el día anterior de manera que no quedara ninguna. El sagrario queda abierto, vacío y frío. Jesús ha muerto.
    Es fácil imaginar el temor, la desesperanza y la angustia de aquellos que le siguieron entonces. Qué profundo vacío debieron sentir en sus corazones. Nosotros tenemos la ventaja de que sabemos cómo termina la historia, y sólamente tenemos que esperar a la noche del sábado para celebrarlo en la Vigilia Pascual.
    Ésta comenzó con la bendición del fuego en la puerta de la iglesia y el encendido del cirio pascual, símbolo de Cristo resucitado. Todos los asistentes encendimos nuestra vela de esa luz, quedando la iglesia en penumbra iluminada casi en exclusiva por la luz de las velas. A continuación, Ildefonso Corella entonó el pregón pascual proclamando la gloria de la resurrección de Jesús. Tras una larga proclamación de la Palabra llegó el momento de la entonación del Gloria con el repique de las campanas y el encendido de todas las luces de la iglesia, símbolo de la explosión de alegría por la resurrección. Tras una impresionante homilía de las que se recuerdan durante mucho tiempo predicada por Don Pablo, se realizó la bendición del agua bautismal y la renovación de las promesas bautismales de los presentes. Por último, tras la Eucaristía se impartió la bendición y se dio por finalizada la celebración comenzada tres días antes, el Jueves Santo.
    Cerramos de esta forma los dias más importantes de nuestra vida como cristianos en nuestra parroquia. Toca ahora salir fuera a vivir nuestra fe, a exteriorizar los que hemos aprendido , lo que hemos vivido estos días. Cristo ha resucitado. Felicidades a todos.